Edad en el momento de morir: 53 años.
Fecha y lugar de muerte: 11 de febrero de 1650, Estocolmo.
Causa de muerte: Oficialmente, neumonía causada por reina demasiado madrugadora (¿quién cojones se levanta a las cinco de la mañana para estudiar filosofía? Quiero decir sin tener un examen al día siguiente). Extraoficialmente, envenenamiento por arsénico. Agravante de haber extraviado su cráneo durante dos siglos.
Descripción: Descartes llevaba una vida tranquila en los Países Bajos, donde había decidido dedicarse exclusivamente al estudio. De hecho, solía dormir al menos diez horas diarias, y meditaba y leía en la cama o en un cómodo sillón al lado de una estufa.
Esto fue así hasta que un mal día de septiembre de 1649, la Reina Cristina de Suecia le mandó buscar para ejercer de filósofo de su corte y tutor personal de Su Majestad. El trabajo estaba bien, y la Reina resultó ser una buena alumna. Pero tenía el pequeño inconveniente de que le hacían levantarse ¡a las cinco de la mañana!
"Y por lo tanto es así como demostramos que -¡aaatchús!- la glándula -cof, cof- pineal... Perdón, ¿alguien puede traerme un café y un Frenadol?"
Imaginad al pobre Descartes, acostumbrado a quedarse por la mañana en la cama bien abrigado, de repente levantándose a las cuatro porque a las cinco tenía que estar dando clases a la Reina. Recordemos que, encima, estaba en Suecia, donde a esas horas debe hacer un frío que pela.
Era cuestión de tiempo que nuestro amigo francés cayese enfermo. Y así fue. Cuatro meses duró el bueno de Descartes en Estocolmo, porque el 11 de febrero de 1650 murió de neumonía.
Pero la historia no acaba aquí, por dos razones: la primera es cierta sospecha acerca de la verdadera causa de su muerte. La segunda es el viaje que su cuerpo y su cabeza hicieron por separado.
Con respecto a lo primero, en 1980 salió a la luz una carta del médico que atendió a Descartes. En ella se relataban una serie de síntomas que, más que a una neumonía, parecían apuntar a un envenenamiento por arsénico. Quizá fue algún cortesano envidioso, o que pensó que Su Majestad no necesitaba a alguien que le hiciera pensar demasiado, o vaya usté a saber. La propia Reina examinó bien la carta del médico para ver qué iba contando por ahí. Este interés por controlar qué se contaba acerca de la muerte de Descartes es también sospechoso.
La cosa, que ya daría para una novela histórica de misterio susceptible de ser llevada al cine por la industria hollywoodiense, no acaba así. El cadáver de nuestro difunto filósofo permaneció dieciséis años en Suecia. Cuando sus amigos consiguieron llevarlo a Francia y abrieron el ataúd, descubrieron que faltaba el cráneo, que no apareció hasta el siglo XIX. El químico sueco que lo encontró lo mandó a Francia, pero los franceses, en lugar de enterrarlo junto al resto del cuerpo, lo exhiben desde entonces en el Musée de L'Homme en París.
Nadie negará que esta historia de tener la cabeza por un lado y el cuerpo por el otro tiene su cachondeo, sabiendo que hablamos del filósofo que introdujo la distinción real entre mente y cuerpo.
Fuentes:
Wikipedia
Ovejas Eléctricas
Era cuestión de tiempo que nuestro amigo francés cayese enfermo. Y así fue. Cuatro meses duró el bueno de Descartes en Estocolmo, porque el 11 de febrero de 1650 murió de neumonía.
Pero la historia no acaba aquí, por dos razones: la primera es cierta sospecha acerca de la verdadera causa de su muerte. La segunda es el viaje que su cuerpo y su cabeza hicieron por separado.
Con respecto a lo primero, en 1980 salió a la luz una carta del médico que atendió a Descartes. En ella se relataban una serie de síntomas que, más que a una neumonía, parecían apuntar a un envenenamiento por arsénico. Quizá fue algún cortesano envidioso, o que pensó que Su Majestad no necesitaba a alguien que le hiciera pensar demasiado, o vaya usté a saber. La propia Reina examinó bien la carta del médico para ver qué iba contando por ahí. Este interés por controlar qué se contaba acerca de la muerte de Descartes es también sospechoso.
La cosa, que ya daría para una novela histórica de misterio susceptible de ser llevada al cine por la industria hollywoodiense, no acaba así. El cadáver de nuestro difunto filósofo permaneció dieciséis años en Suecia. Cuando sus amigos consiguieron llevarlo a Francia y abrieron el ataúd, descubrieron que faltaba el cráneo, que no apareció hasta el siglo XIX. El químico sueco que lo encontró lo mandó a Francia, pero los franceses, en lugar de enterrarlo junto al resto del cuerpo, lo exhiben desde entonces en el Musée de L'Homme en París.
Nadie negará que esta historia de tener la cabeza por un lado y el cuerpo por el otro tiene su cachondeo, sabiendo que hablamos del filósofo que introdujo la distinción real entre mente y cuerpo.
Fuentes:
Wikipedia
Ovejas Eléctricas
A lo mejor esto te interesa ;)
ResponderEliminarhttp://www.lavanguardia.es/lv24h/20100208/53886380854.html
¡Y tanto que me interesa! La historia se complica aún más, por lo que veo. Muchísimas gracias por la aportación :)
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